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REGENERACIÓN

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LA IMPORTANCIA DE LLAMARSE DE CUALQUIER FORMA
Por: Amanda Castillo
@amandamafalda18

Una de las cosas que se le deben agradecer a Juárez, sin importar si somos juaristas empedernidos o detractores de este personaje, es la creación del Registro Civil. Sin quitarle su mérito a Cosme Varela que fue quien se aventó el trabajito de la pensada y la presentación del proyecto de ley. No fue cualquier cosa implementar un Registro Civil en un país plagado de pobreza a ignorancia. Tampoco se contaba con la infraestructura necesaria, me parece que fue un gran logro en la historia de México. 

Sin entrar tanto en datos históricos, recordemos que, como muchísimas otras diligencias antes de Juárez, era el clero el encargado de llevar a cabo el registro de las personas a través de los actos bautismales, así como el de los matrimonios. Hoy en día, la comunidad católica le sigue dando gran importancia a estos dos; para muchas personas es inadmisible que los niños no se bauticen desde muy pequeños o que las personas sólo contraigan matrimonio por la vía civil y no por la iglesia. Esas cuestiones son personales y su rango de importancia depende de las creencias individuales. Lo que es importante saber es que  nuestro nacimiento debe ser registrado ante el estado. 

Quizá para quienes ahora leen esto puede sonar como una obviedad, sin embargo se calcula que uno de cada cinco niños en México no son registrados en su primer año de vida. Esto trae como consecuencia, en principio, que el menor carece de identidad, es decir, ante el estado no existe, lo que dificulta su acceso a los Derechos Universales como la educación y la salud. Es justo en las áreas con indicadores sociales más desfavorables en donde es más frecuente que los padres no registren a sus hijos y es justo ahí en donde se requiere de mayores servicios de salud y educación. 

Anteriormente el registro tenía un costo, actualmente se realiza de manera gratuita, o sea que ya no hay excusa para no registrar a los pequeños. Su bebé tiene derecho a un nombre. Ya si usted quiere llamarlo Oribe, Iker o Miley Cyrus  es una cuestión personal aunque  debemos ser cuidadosos al elegir el nombre de nuestros hijos, recordemos que cargarán con ellos toda su vida. 

Es su acta de nacimiento lo que los dota de identidad y este documento es un requisito indispensable para cualquier trámite que vayan a realizar, desde su matriculación en la escuela, su pasaporte o su alta en el sistema de salud. Posponer el registro de un bebé es vulnerar los derechos fundamentales del menor. Ojalá un día el registro de nacimiento y el matrimonio civil se arraiguen tanto en las costumbres del mexicano, que se celebren con una gran fiesta como el acto bautismal o el matrimonio religioso. 

Cabe mencionar que obtener los sacramentos suelen ser más costosos que los actos registrales. Nadie hace una fiesta después de registrar a un bebé. Los testigos no le dan "domingo" a los registrados ni fungen como posibles cuidadores si algo le pasa a los padres. Nadie toma fotografías a los menores mientras plasman por primera vez su huella dactilar en el documento más importante de su vida que es su acta de nacimiento. Sin embargo, el registro de un bebé es también algo digno de una celebración, es su llegada al mundo de los derechos sociales fundamentales; lo que le concede su capacidad jurídica y eso, me parece que sí vale al menos un pastel. 


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LA SERIEDAD DE LA LUCHA LIBRE MEXICANA

Dicen que lo único serio en este país es la lucha libre. No sé si es lo único pero la lucha sí que es una cosa bien seria. Tan seria que forma parte de la cultura pop de este país, ha dado a sus fans ídolos equiparados a los superhéroes, se han hecho comics, películas y es uno de los espectáculos más lucrativos alrededor del mundo. Gracias a la lucha, nuestro país cuenta con  personajes reconocidos como leyendas a nivel mundial. No por nada lleva ocho décadas en México.

Por Amanda Castillo
@amandamafalda18

     Nunca había ido a una lucha en una arena. Lo más cercano era verlas por el canal cinco y eso ya hace algunos años, cuando todavía se podía ver al Perro Aguayo entrar a la Arena Coliseo al ritmo de la Marcha de Zacatecas, cuando Rey Mysterio Jr. todavía no se iba a los Estados Unidos, a Konnan le daba por rapear (espero que ya no lo haga porque era malísimo) y El Tirantes era de los personajes más odiados en la AAA. Y es que este deporte está lleno de personajes: luchadores, comentaristas y hasta los referees son queridos u odiados.

     Cuestionarse sobre la veracidad de este espectáculo es igual a cuestionarse si la villana de la telenovela es así de maldita. La lucha libre es el consenso entre el público y el luchador. Ese acuerdo tácito que hace que uno grite y el otro se emocione; a veces un rol lo cumple el público y otras los luchadores.

La preparación física de los luchadores debe ser muy exigente, se debe estar en muy buena forma para poder realizar las acrobacias, los giros y las llaves que hacen en el cuadrilátero. Se debe estar también en completa concentración para saber que coreografía debe seguirse y combinar todo eso con unas dotes histriónicas extraordinarias para que el público quede convencido del odio entre rudos y técnicos; del desprecio que se le muestra al rival.

El luchador debe ser también muy astuto para llegar a ese acuerdo tanto con el público como con las demás personas que están arriba del ring. Si el espectáculo es o no verídico, eso no le quita a las luchas su grado de dificultad. Y en ningún momento debe dudarse que los golpes sean dolorosos; tendrían que ser súper humanos para que el “manazo” de un tipo de esas dimensiones no les genere ningún dolor.

     La primera vez, y espero no última, que pisé una arena, pude ver que es un espectáculo familiar a donde puede ir uno con los hijos a pasar un rato muy divertido; no sólo con el show de arriba del ring, también con la parte que el público sentado en las gradas hace posible. Me queda claro que los diseñadores de modas no son muy aficionados a este deporte ni contratados por los luchadores y que las luchas de exóticos no están reguladas por el CONAPRED, sin embargo hay una especie de magia.

Sería ingenuo pensar que no hay cierto consenso en sus coreografías y en sus mentadas de madre. Aún así el público se mete por completo en el espectáculo. Toma partido por algún bando y descarga todo ese estrés acumulado que este mundo matraca nos receta.

     La lucha libre mexicana tiene a sus grandes detractores y siempre habrá quien diga que es una completa farsa; puede que así sea, pero eso no le quita ni lo divertido ni lo emocionante.

Finalmente todo en esta vida es un gran show, ¿qué no? ¿O creen que toda esa parafernalia de la NFL, por citar un ejemplo, no es parte de un gran espectáculo (y un gran negocio) montado para satisfacer al espectador?  

También hay gente que dice que es una cosa de nacos y es que el hecho de que gran parte de los luchadores provengan de clases bajas, hace que a ciertas personas les dé roña y quieran quitarle su mérito ya sea como deporte, como espectáculo de calidad o como ambas, argumentando que la lucha libre es solo pasatiempo de cierta clase social, lo que es un argumento absurdo y refleja ignorancia de quien lo externa.  Me parece que ir a las luchas es como ir al teatro o al ballet, solo que más divertido. 




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SKYLER: ESA MALDITA PERRA (SPOILERS)
 “Alguien tiene que proteger a esta familia del hombre que protege a esta familia”
-       Skyler White
Aclaro lo siguiente: sé que todo sobre Breaking Bad ya está dicho.  También sé que es tarde; la serie terminó hace meses y yo apenas vi el final hace un par de semanas. Pero no podía privarme del gusto de escribir sobre el desgraciado de Walter White y la primera dama de la metafentamina.

Por: Amanda Castillo
@amandamafalda18
Me causa conflicto cuando se le llama a algo “de culto” porque nunca he logrado entender a qué se refieren. Cuando me puse a investigar a sobre películas de culto, eran tan variadas y diferentes entre sí (desde Pulp Fiction hasta Juno) que no pude encontrar la constante; a excepción de que se trata de algo que rompe madres en algún aspecto.

Los personajes de Breaking Bad hacen justamente eso; rompen madres en todos los sentidos. Cada personaje da para una tesis completa de cualquier estudiante de psicología y más de tres debieron estar en tratamiento psiquiátrico desde que eran niños. El personaje de Skyler White ha generado un odio tremendo entre los seguidores de la serie. Sin ir con la bandera feministoide ni hablar de machismo cavernícola o algo parecido, el personaje de Skyler es odiado porque rompe madres respecto a los papeles de mujeres que estamos acostumbrados a ver en las series de tv. Para muchos debe ser inconcebible que una mujer, que al primer descuido de su marido va y se acuesta con otro, no muestre jamás una pizca de arrepentimiento. No hay una disculpa, ni siquiera un “no es lo que tú crees”. Skyler, lejos de sentirse culpable, lo ve  como un evento intrascendente  y no entra en conflicto  con su adulterio, por más que la insoportable de la hermana la quiera hacer sentir mal. Un día se sintió mal, supo que lo que estaba haciendo no iba acorde a lo que quería y dejó de acostarse con el tipo, sin más.  El personaje de Skyler no es el de la madre glamurosa que debido al dinero soporte humillación, lo único que podemos ver que compra durante la serie, a pesar de tener dinero suficiente para lo que se le antojara, es una camioneta nueva. Así que el dinero no es punto de quiebre para ella. Tampoco es la mujer exitosa que a veces nos pintan las series estadounidenses, no tiene una carrera consolidada en nada, es una mujer común y corriente que asume la vida como se le va presentando. Tampoco es una mujer abnegada o asustadiza, No está con su marido por miedo, ni por dinero. Tal vez podamos decir que por amor sin embargo es difícil saberlo cuando, sin dramas, de frente y hasta de manera simple, le desea a su esposo que le regrese el Cáncer o lo amenaza con un cuchillo. Las razones de Skyler no se basan en la moralidad, ni en el orgullo, ni en las apariencias, ni en el dinero; son mucho más profundas. Ella quiere permanecer con Walt por razones que salen de su comprensión, porque su concepción de familia es más complicada que una escala axiológica y más importante que un acto criminal. Si le dan a elegir entre la moral y la familia, se queda con la segunda. El momento más cruel por el que pasa Skyler debe ser cuando, obligada por su hermana, le confiesa a su hijo de las actividades criminales de su padre; tuvo que destrozar la figura paterna a su pesar y en contra de toda su convicción.  En el fondo espera que algún día su marido  cambie, deje de cocinar metanfetaminas y asesinar para que regrese al hogar a hacer carnes asadas en familia. Este puede ser lo más apegado a un estereotipo que manifieste este personaje. El cliché eterno de que toda esposa espera que su marido se convierta, se redima y que con eso llegue la felicidad. Tampoco es una clásica mujer de la mafia que  a cambio de cierta comodidad, deja pasar los actos criminales de su marido. Cada crimen, Skyler reclama, cuestiona y eso desespera a los espectadores, sobre todo a los fans de Walt. Se hace cargo del lavado del dinero y mantiene a Walt a raya cada que intenta dañarse. Da la impresión de que se queda con él para evitar que éste se hunda.

¿Por qué el odio manifiesto por parte de los espectadores?

Quizá porque esperaban otra cosa; que lo dejara, que lo denunciara, mas no que lo cuestionara ni amenazara.

¿Por qué a Walt el espectador le perdona que cocine meta y a ella no le perdonan que se acueste con otro o que le desee la muerte?

Quizá porque no estamos acostumbrados a ver este tipo de personajes y nuestra escala axiológica no nos permite ver desde su perspectiva. La doble moral puede llegar a decir que está bien si cocinas meta, pero está muy, muy mal si te acuestas con otro. Quien diga que la diferencia es porque Walt lo hacía por su familia, no ha visto la serie completa: en los últimos capítulos Walt acepta que cocinaba por gusto, porque lo disfrutaba. Que Skyler haya salvado lo poco que quedaba de Walt ya no es importante, porque su calidad de adultera la priva de todo acto de amor o respeto hacia su esposo según esos índices de moral.  

Ella es una maldita perra que molesta a al pobre cocinero de metanfetamina y lo saca de concentración; si no le gusta que lo deje y punto. Quizá no nos ponemos a pensar que fue la única que se mantuvo con él hasta el final. Por supuesto que es una maldita perra, porque no hay otra forma de mantenerse con un desgraciado como Walt sin serlo. 

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