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Vergüenzas de sur a
norte...
EDUARDO
GRANADOS - COLUMNA DE ENERO DE 2017
Apenas la
semana pasada escribía que estábamos viviendo en México cosas nunca antes
vistas y que sólo mirábamos a través de los noticieros internacionales.
Iniciamos ahora la segunda quincena de enero, apenas empezando el 2017 y ya
tenemos nuevamente acontecimientos inéditos como las balaceras en Playa del
Carmen y Cancún donde circularon diversas versiones en redes sociales: desde un
posible ataque armado como parte de la estrategia para liberar a una detenida,
quien supuestamente controla la venta de drogas en el norte de Quintana Roo,
hasta la difusión de material presuntamente judicial con el que generaban más
caos.
Lo más delgado del
hilo...
EDUARDO
GRANADOS - COLUMNA DE ENERO DE 2017
¿Recuerdan
cuando éramos niños y jugábamos en la escuela? Para evitar que otros niños nos
molestaran en el recreo procurábamos juntarnos con los niños más fuertes y
grandes, o bien, nunca nos despegábamos de nuestro grupo compacto de amigos
para evitar ser agredidos por otros niños.
VER AQUI LA COLUMNA COMPLETA
EDUARDO
GRANADOS - COLUMNA 10 DE ENERO DE 2017
Lo que antes
veíamos en noticieros internacionales, empieza a suceder en nuestras propias
calles. Y no es una visión catastrófica del futuro de México. El internet nos
permite acceder a todo tipo de diarios extranjeros y ahí podemos encontrar la
opinión que se está generando sobre el caos social, la inseguridad y principalmente
el fracaso de las políticas públicas. Inicia un año de incertidumbre.
Eduardo
Granados Palma
www.granadospalmafoundation.org
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GIGANTES ASIÁTICOS ENFRENTADOS
Por Eduardo Granados Palma.- Escritor en Asuntos Internacionales.
Sería una muy mala noticia que la tensión geopolítica siguiera la primera ley de la termodinámica o principio de la conservación (la energía ni se crea ni se destruye, solo se transforma). Así podría sugerirlo la escalada protagonizada por Pekín en el mar de China Oriental, que se produce con exacta simultaneidad al acuerdo nuclear de las seis grandes potencias con Irán, como si al alivio obtenido en Oriente Próximo correspondiera, como respuesta de la naturaleza, un incremento del riesgo en los confines marítimos disputados entre la segunda y la tercera economías mundiales que son China y Japón. No hay equivalencia entre ambos puntos de tensión, pero ambos son estratégicos. Uno en abierto declive, a pesar de Siria; el otro en abierta progresión, con momentos de intensidad creciente como los que se han registrado estos días: el sábado, cuando el acuerdo con Irán estaba ya saliendo del horno, China publicó el mapa de una nueva zona de control aéreo, ADIZ en la jerga aeronáutica (Air Defense Identification Zone), en la que se incluye el espacio aéreo de unos islotes y peñascos deshabitados disputados con Japón, Senkaku en japonés, Diaoyu en chino; el lunes Estados Unidos desenfundó sus dos B-52, los enormes bombarderos de la guerra fría, de la misma familia que los que destruyeron Hiroshima y Nagasaki, con la misión de sobrevolar la nueva ADIZ china para desafiar la amenaza implícita de Pekín y demostrar su compromiso con la seguridad y el statu quo de la región. Todo responde, como es habitual, a una jugada sutil de la cúpula china. El nuevo líder Xi Jinping, al que se le supone más duro y afirmativo en su política exterior que su antecesor, Hu Jintao, enseña las uñas por primera vez. Lo hace con un movimiento del juego del Go, una jugada de intimidación gradualista que solo en apariencia es insignificante: los vuelos en dirección a China que entren en esta área deben avisar, como ciertamente exigen todos los países en sus ADIZ, aunque en este caso se desliza la advertencia de que así deberá actuar cualquier avión, incluso si no se dirige a China. Es una forma de marcar el territorio y transmitir un mensaje inequívoco: soy una superpotencia con derecho unilateral a seguir arrellanándome en mis inmediaciones terrestres y marítimas. Oriente Próximo y el mar de la China, como zonas de crisis e incluso de amenaza bélica, corresponden a dos épocas, pasado y futuro. Estamos tan acostumbrados a un Oriente Próximo permanentemente inflamado que se nos hace difícil imaginar un mapa del mundo en el que el principal foco de tensión e incluso de guerra abierta se haya movido hacia el Pacífico. Así será en las próximas décadas, según nos augura la cadencia de acontecimientos cruzados de este pasado fin de semana. El desplazamiento del eje geopolítico hacia Asia arrastra consigo la tensión militar. La afirmación de los países emergentes, como sucede con la globalización, no es pacífica por definición. Más que a la inexistente ley de la termodinámica geopolítica el sarpullido del mar de la China tiene toda la pinta de responder a un designio del nuevo liderazgo chino, que quiere someter a prueba a su socio, deudor y sin embargo adversario de Washington con una salva de aviso, simplemente para verificar su compromiso en Asia. Solo suman siete kilómetros cuadrados, pero el conflicto sobre los ocho islotes del mar de la China Oriental -que los japoneses llaman Senkaku y los chinos llaman Diaoyu- sigue envenenando las relaciones entre las mayores potencias económicas asiáticas. Al sobrevuelo por parte de dos bombarderos B-52 estadounidenses el martes, le han seguido este jueves nuevas patrullas por parte de aviones militares japoneses y surcoreanos, así como la decisión de las principales aerolíneas japonesas de no informar a Pekín sobre sus planes de vuelo. China ha reaccionado enviando cazas a la zona y anunciando que reforzará sus patrullas aéreas. El conflicto, que ha ido en aumento desde septiembre, dio una nueva vuelta de tuerca el lunes, cuando China anunció la creación de una zona de defensa aérea sobre las islas, reclamadas por China, Taiwán y Japón y administradas por este último país como parte de la prefectura de Okinawa. La decisión de Pekín, que exige que todos los aparatos que crucen el espacio aéreo de las islas se identifiquen ante las autoridades chinas, ha sido rechazada por el resto de partes implicadas. El pasado jueves, la Unión Europea, a través de su alta comisionada para la política exterior, Catherine Ashton, ha instado a todas las partes a "dar pasos para calmar la situación, promover medidas de creación de confianza y recurrir a la diplomacia para buscar soluciones pacíficas a fin de suavizar las tensiones y resolver las diferencias de forma constructiva". Mientras, las autoridades de aviación civil de Taiwán, que también reivindica las islas como parte de su territorio, han decidido plegarse a la decisión de Pekín e informar de sus planes de vuelo a las autoridades chinas. Según el diario taiwanés en inglés Taipei Times, el presidente taiwanés, Ma Ying-Jeou, ha afirmado que la decisión de Aviación Civil "no tienen que ver con la soberanía" pero mostró su "preocupación" por la decisión de las autoridades de Pekín.
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JFK 50 AÑOS
Por Eduardo Granados Palma.- Escritor en Asuntos Internacionales.
Han pasado 50 años del asesinato de John F. Kennedy y los programas de televisión que hacen referencia al magnicidio inundan las pantallas.
El 22 de noviembre se cumplen 50 años del asesinato del presidente que fue uno de esos acontecimientos tan estremecedores, que las personas que lo vivieron se acuerdan dónde estaban cuando supieron la noticia.
Kennedy tenía tan solo 46 años cuando Lee Harvey Oswald lo asesinó en Dallas.
Oswald era un ex marino descontento que había desertado a la Unión Soviética. Aunque su vida estuvo llena de enfermedades, Kennedy proyectaba una imagen de juventud y vigor, que hicieron más dramática y patética su muerte.
El martirio de Kennedy hizo que muchos estadounidenses lo elevaran al nivel de grandes presidentes, como George Washington y Abraham Lincoln, pero los historiadores son más reservados en sus evaluaciones.
Sus críticos hacen referencia a su conducta sexual a veces imprudente, a su escaso récord legislativo y a su incapacidad para ser congruente con sus palabras.
Si bien Kennedy hablaba de derechos civiles, reducciones de los impuestos y de la pobreza; fue su sucesor, Lyndon Johnson, el que utilizó la condición de mártir de Kennedy -aunado a sus muy superiores habilidades políticas- para pasar leyes históricas sobre estos temas.
En una encuesta de 2009 de especialistas sobre 65 presidentes estadounidenses JKF es considerado el sexto más importante, mientras que en una encuesta reciente realizada por expertos británicos en política estadounidense, Kennedy obtiene el lugar quince.
Estas clasificaciones son sobresalientes para un presidente que estuvo en el cargo menos de tres años.
Sin embargo, ¿qué logró verdaderamente Kennedy y cuán diferente habría sido la historia si hubiera sobrevivido?
¿Qué logró verdaderamente Kennedy y cuán diferente habría sido la historia si hubiera sobrevivido?
En su discurso de toma de posesión, Kennedy llamó a hacer esfuerzos ("No hay que preguntarse qué puede hacer el país por mí, sino que puedo hacer yo por mi país").
Creó programas como el Cuerpo de Paz y la Alianza para el Progreso para América Latina; además, preparó a su país para enviar al hombre a la luna a finales de los años sesenta.
Sin embargo, a pesar de su activismo y retórica, Kennedy tenía una personalidad más precavida que ideológica. Como señaló el historiador de presidentes, Fred Greenstein, "Kennedy tenía muy poca perspectiva global."
En lugar de criticar a Kennedy por no cumplir lo que dijo, deberíamos agradecerle que en situaciones difíciles actuaba con prudencia y sentido práctico y no de forma ideológica y transformadora.
Su logro más importante durante su breve mandato fue el manejo de la crisis de los misiles de Cuba en 1962, y apaciguamiento de lo que fue probablemente el episodio más peligroso desde el comienzo de la era nuclear.
Deberíamos agradecerle que en situaciones difíciles actuaba con prudencia y no de forma ideológica. Sin duda se puede culpar a Kennedy por el desastre de la invasión a Bahía de Cochinos en Cuba y la subsiguiente Operación Mangosta, el esfuerzo encubierto de la CIA contra el régimen de Castro, que hizo pensar a la Unión Soviética de que su aliado estaba bajo amenaza.
Sin embargo, Kennedy aprendió de su derrota en Bahía de Cochinos y creó un procedimiento detallado para controlar la crisis que vino después de que la Unión Soviética emplazara misiles nucleares en Cuba.
Muchos de los asesores de Kennedy, así como líderes militares de los Estados Unidos, querían una invasión y un ataque aéreo, que ahora sabemos podrían haber hecho que los comandantes soviéticos en el terreno usaran sus armas nucleares tácticas. En cambio, Kennedy ganó tiempo y mantuvo abiertas sus opciones mientras negociaba una solución para la crisis con el líder soviético, Nikita Khrushchev.
A juzgar por los duros comentarios del vicepresidente de la época, Lyndon Johnson, el resultado habría sido mucho peor si Kennedy no hubiera sido el presidente. Además, Kennedy también aprendió de la crisis cubana de misiles: el 10 de junio de 1963 dio un discurso destinado a apaciguar las tensiones de la Guerra Fría.
Señaló, "hablo de paz, por lo tanto, como el fin racional necesario del ser humano racional". Si bien una visión presidencial de paz no era nueva, Kennedy le dio seguimiento mediante la negociación del primer acuerdo de control de armas nucleares, el Tratado de prohibición parcial de los ensayos nucleares.
La gran pregunta es ¿qué habría hecho él en cuanto a la guerra en Vietnam?
La gran pregunta sin respuesta sobre la presidencia de Kennedy y cómo su asesinato afectó la política exterior estadounidense, es ¿qué habría hecho él en cuanto a la guerra en Vietnam?
Cuando Kennedy llegó a la presidencia los Estados Unidos había algunos cientos de asesores en Vietnam del sur; pero ese número aumentó a 16.000. Johnson finalmente incrementó las tropas estadounidenses a más de 500.000.
Muchos partidarios de Kennedy sostienen que él nunca habría cometido ese error. Aunque respaldó un golpe para sustituir al presidente de Vietnam del sur, Ngo Dinh Diem, y dejó a Johnson una situación deteriorada y un grupo de asesores que recomendaban no retirarse.
Algunos seguidores fervientes de Kennedy -por ejemplo, el historiador Arthur Schlesinger, y el asesor de discursos de Kennedy, Theodore Sorensen- han señalado que Kennedy planeaba retirarse de Vietnam después de ganar la reelección en 1964, y sostenían que había comentado su plan al senador, Mike Mansfield.
No obstante, los escépticos mencionan que Kennedy siempre habló públicamente de la necesidad de permanecer en Vietnam.
La pregunta sigue abierta.
En mi opinión, Kennedy fue un buen presidente pero no extraordinario.
Lo que lo distinguía no era solo su habilidad para inspirar a otros, sino su cautela cuando se trataba de tomar decisiones complejas de política exterior.
Tuvimos la suerte de que tuviera más sentido práctico que transformador en lo que se refiere a política exterior.
Para nuestra mala suerte, lo perdimos tras solo mil días.
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Por Eduardo Granados Palma.- Escritor en Asuntos Internacionales.
No es por presumir mi capacidad mi don de profeta, pero en el 2010 publiqué el libro La Guerra que Viene, donde enmarqué varios escenarios que se han ido cumpliendo uno a uno. Sin embargo, el 31 de mayo del año pasado, se publicó en este mismo espacio mi columna titulada: LA RENUNCIA DEL PAPA.
Son tiempos históricos y son tiempos de especulaciones. Como no hacer caso a las teorías conspiratorias sobre la renuncia de S.S. Benedicto XVI (después del 28 de febrero dejará entonces de ser santo, al perder el nombre de Su Santidad) cuando el último pontífice que abdicó fue hace seis siglos, cuando ni siquiera Cristóbal Colón había pisado América.
Ser papa ya no será lo mismo después de la renuncia de Joseph Ratzinger. Mientras los intelectuales le alaban por su coraje, y los fieles lamentan la pérdida de sacralidad del cargo, en la Curia.
A partir de ahora, el monarca absoluto que rige los destinos de la Santa Sede y de la Iglesia católica en el mundo tendrá que asumir que su cargo no es para toda la vida. Como lo han asumido ya los obispos, que dejan paso a los más jóvenes a los 75 años. Pero hay datos para sostener que este extraño Papa no siempre ha sido favorable a una renuncia. Al contrario, aunque el Código de Derecho Canónico de 1983 contemple esa posibilidad, el tema siempre ha sido tabú en el Vaticano.
Juan Pablo II nunca se hubiera permitido bajarse de la Cruz, como recordó su exsecretario y hoy arzobispo de Cracovia, el cardenal Stanislaw Dziwisz. Y Benedicto XVI parecía poco favorable, al menos hasta 2008. A ambos pontífices les costó autorizar a Peter Hans Kolvenbach, padre general de la Compañía de Jesús, cargo al que se conoce coloquialmente como papa negro, a dimitir por motivos de salud. El Papa polaco se negó en redondo a autorizarle. Benedicto XVI no dio el visto bueno hasta 2008, y señalando que se trataba de una concesión personal a Kolvenbach, que se opuso a que esta opción se incorporase a la constitución de los jesuitas, que data de 1540.
Uno de los primeros en poner límites de edad en las altas jerarquías de la Iglesia fue Pablo VI, que decidió fijar en 79 años la edad máxima de los cardenales para participar en el cónclave. Hasta entonces, los purpurados mantenían esa potestad hasta su muerte. La medida no fue bien acogida por muchos, que se sintieron marginados. Benedicto XVI, a punto de cumplir los 86 años, parece haber decidido que los 85 pueden ser el límite para un Pontífice, aunque sea a título orientativo.
La vaticana es una monarquía absoluta y bastante peculiar. Los reyes abdican, pero los pontífices, que carecen de herederos de sangre, ejercen hasta la muerte. Joseph Ratzinger sienta un nuevo precedente. La agenda de un papa de hoy exige enorme energía física y mental. Sin los excesos de Juan Pablo II, que dio la vuelta al mundo, los viajes son parte irrenunciable de la tarea papal.
La inesperada renuncia del Papa Benedicto XVI que se llevará a cabo el próximo 28 de febrero, sorprendieron al mundo, sobre todo porque nadie dimitía desde Gregorio XVII en 1415. Las razones dadas oficialmente: "falta de fuerza para dirigir la Iglesia"; que se especulan hablan de una olla de pedofilia que destapó y que fue más allá de lo que imaginaba. Lo cierto, es que es la situación es histórica y hoy la Iglesia, tiene la misión de buscar a un nuevo Papa, en un escenario del que existen pocos registros, dado lo antiguo de la última ceremonia hace varios siglos atrás.
Junto con esto, sale nuevamente a la luz las profecías de San Malaquías, arzobispo que murió en 1148 y que escribió una serie de textos agoreros donde entrega una característica de los próximos 112 papas. Cada una de estas frases, han sido comparadas con los papas según el orden entregado por el santo y muchas de ellas coinciden. Por ejemplo, de Juan XIII dijo "Pastor y nauta" es decir, Pastor y navegante. Ello coincide pues fue Cardenal de Venecia, ciudad de navegantes, mientras que lo de pastor se puede relacionar con la conducción de la Iglesia al Concilio Vaticano II. En el caso de Juan Pablo II, dijo "De labore solis", De la fatiga o trabajo del sol. Este Papa es recordado por su enfermedad que lo acompañó hasta su muerte y fatigó su trabajo uno de lo más largos en la historia de la Iglesia, pero además el día de su nacimiento y el de su muerte hubo eclipses solares.
Según San Malaquías serán 112 los papas después de su profecía y Benedicto XVI es el Papa 111. Para él las palabras fueron "Gloria Olivae", en español La gloria del olivo. Ello coincide con que los benedictinos tuvieron una rama llamada "oliventans". Después de Benedicto VXI y según San Malaquías, viene el último Papa. Que no es un Papa negro como versa el mito urbano, pero sí entrega una profecía bastante pesimista para el mundo Católico, pues dice Petrus Romanus (Pedro Romano) "En la persecución final de la Santa Iglesia Romana reinará Petrus Romanus (Pedro el Romano), quien alimentará a su grey en medio de muchas tribulaciones. Después de esto la ciudad de las siete colinas será destruida y el temido juez juzgará a su pueblo. El Fin.
Una profecía casi apocalíptica, que si hubiera ocurrido antes de 2013 pensaríamos que se trata del fin del mundo, pero como sobrevivimos a los Mayas, ahora resulta más lógico pensar que se trata solo del fin de la Iglesia. Más aun, si observamos la serie de quiebres dentro de la institución, en especial los generados por los escándalos sexuales. Sumamos a ello, la disminución de fieles católicos y la creciente fe musulmana, que según un informe del Pew Research Center, los musulmanes alcanzarán en 2030 al 26,4 por ciento de la población mundial.
Datos como éstos, y en una Iglesia Católica cuyos fieles están envejeciendo, podrían hacer pensar que esta institución ya está apagándose. Y para terminar de enmarcar este cuadro atípico en la historia universal, el mismo día que el Papa anunció públicamente su renuncia, cae un rayo, en la Cúpula de San Pedro. De verdad que vivimos tiempos interesantes.
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Por Eduardo Granados Palma.- Escritor en Asuntos Internacionales.
El problema no está en saber cómo empiezan las guerras, sino cómo acaban.
La toma de rehenes en Argelia es la última de una serie casi infinita de consecuencias nefastas de conflictos mal cerrados.
El Tratado de Versalles, que cerró la I Guerra Mundial tratando de buscar hueco a los restos de dos imperios difuntos y con unas reparaciones que arruinaron cualquier oportunidad de prosperidad alemana, fue el germen de la II Guerra Mundial.
Cuando en 1945 terminó el mayor conflicto que ha conocido la humanidad, en Occidente se aprendieron lecciones del pasado ya que Berlín y París comenzaron a planear la construcción europea cuando el continente estaba todavía lleno de ruinas y refugiados. En Oriente las cosas fueron muy diferentes: la ruptura de Europa (y del planeta) en dos bloques enfrentados estuvo a punto de llevar al mundo a una guerra nuclear y estallaron decenas de conflictos de mayor o menor envergadura, empezando por Corea, en 1950. Algunos conflictos de la antigua Yugoslavia, como el de Croacia, han terminado con un final más o menos feliz. Otros, como el de Bosnia, todavía son una incógnita: los acuerdos de Dayton frenaron los combates (bueno, junto a la intervención de la OTAN) pero a la vez legitimaron las fronteras creadas por la limpieza étnica.
Han pasado 18 años desde Dayton y Bosnia sigue en paz, aunque el peligro de un nuevo estallido está allí, escondido en el mismo pacto que llevó la paz de los cementerios a Sarajevo. Después de Versalles, tal vez el cierre más desastroso de un conflicto se produjo en Afganistán tras la retirada de los soviéticos en 1989. Estados Unidos había tenido la feliz idea de armar a los muyahidines hasta los dientes sin importarle su creciente radicalismo o que algunos de ellos se dedicasen más al bandidaje que a la yihad. Cuando las tropas de Moscú se fueron, comenzó la guerra civil entre los señores de la guerra que arrasó lo poco que quedaba en pie del país centroasiático (no hay que olvidar que Kabul fue destruida durante la guerra civil, no durante la invasión soviética).
De aquel desastre surgieron Al Qaeda y el terrorismo islámico contemporáneo. Todavía hoy vivimos una prolongación de aquel conflicto mientras la OTAN planea abandonar Afganistán en los próximos meses. La posibilidad de que la historia se repita es evidente.
Lo ocurrido los últimos días en el Sáhara, en Malí y en Argelia, es también la consecuencia de varios conflictos mal cerrados. Después de que Occidente bendijese el golpe de Estado que se produjo tras la victoria de los partidos islamistas argelinos, en diciembre de 1991, estalló una guerra civil en la que las dos partes cometieron atrocidades. De dioses y hombres, la extraordinaria película de Xavier Beauvois sobre el asesinato de los monjes de Tibhirine, o la gran novela de Boualem Sansal El pueblo del alemán, prohibida en su país, resumen muy bien todas las preguntas sin respuesta de la sangrienta y despiadada guerra civil argelina.
Una parte de las guerrillas islamistas siguen ahí y han recobrado fuerza en el santuario del norte de Malí bajo poder yihadista. Si hay algo que el Sahara no tiene son fronteras, como ha quedado claro en la tragedia de In Amenas. Pero tampoco puede explicarse la toma de rehenes masiva sin el final del conflicto de Libia y la caída de Muamar el Gadafi, puesto que de ahí parece que provenía una parte importante del comando. Incluso si al final quedase demostrado que su origen era otro (tal vez Malí), el final del conflicto libio llenó la región de armas hasta los topes. Y la mayoría de ellas acabaron en las manos equivocadas.
Siempre se ha dicho que es imposible ganar las guerras desde el aire, que se necesitan tropas de tierra. En Libia, fue relativamente fácil machacar a las fuerzas del dictador Gadafi con bombardeos más o menos precisos, dar la guerra por terminada y dejar el país en manos de una miríada de partidos, señores de la guerra y milicias sin desarmar con más o menos voluntad de construir un Estado democrático (o simplemente un Estado). El asalto contra el consulado de EEUU en Bengasi fue la primera prueba de que los islamistas estaban ganando terreno en la anarquía ambiental.
Regresando al pasado, en el invierno de 2001, la victoria de la Alianza del Norte en Afganistán fue fulminante, pero las cosas no eran lo que parecían: los talibanes decidieron retirarse de ciudades que sabían imposibles de defender para reagruparse y lanzar una guerra de guerrillas.
Doce años después siguen teniendo bajo su control una parte del territorio y los ataques en la capital son constantes: el último este mismo lunes. Algo muy parecido puede estar pasando ahora mismo en Malí, donde se ofrece otra oportunidad única para olvidar las lecciones del pasado y cerrar en falso un conflicto.
Abandonados a su suerte por un Ejército en desbandada, los profusamente surtidos arsenales de Gadafi eran en ese momento pasto de una horda de traficantes de toda calaña, que durante años se habían enriquecido a la sombra del voluble coronel y que ahora saqueaban sin rubor sus atestadas santabárbaras con vistas a hacer negocio en el África subsahariana.
Amparados por el caos que sucede a toda guerra, inundaban las antiguas rutas caravaneras con millares de pistolas, fusiles, metralletas, explosivos e incluso pequeñas lanzaderas de misiles tipo Stinger, capaces de derribar aviones.
No pierda la pista de este conflicto… de aquí puede surgir la tercera guerra mundial.
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Por Eduardo Granados Palma.- Escritor en Asuntos Internacionales.
Estados Unidos adora las armas. Esa es una realidad. Un 69% de la población confiesa haber disparado alguna vez y un 47% reconoce que tiene al menos un arma en su casa, según sus encuestas. Pero la cultura de las armas, conectada a las raíces de esta nación, ha sido también utilizada por la Asociación Nacional del Rifle (NRA), el principal lobby del sector, para la defensa de un negocio muy lucrativo que ha crecido desproporcionadamente en los últimos años.
La Segunda Enmienda de la Constitución norteamericana, que reconoce, según algunos, incluido el actual Tribunal Supremo, el derecho a poseer armas de fuego, fue redactada por James Madison, un sureño, socio de Thomas Jefferson, para mitigar las sospechas de sus paisanos sobre la intención de los federalistas de Nueva Inglaterra de crear un estado central acaparador y opresivo. Esa Enmienda dice, textualmente, que "siendo necesaria una bien regulada milicia para la seguridad de un estado libre, el derecho del pueblo a tener y portar armas no debe de ser infringido". Sobre ese texto se han hecho interpretaciones diferentes de forma constante casi desde el mismo momento de su publicación.
Algunos juristas, incluidos miembros de otros anteriores tribunales supremos, entienden que se refiere exclusivamente a un periodo anterior a la creación de un ejército nacional de EE UU, cuando las milicias eran aún el principal cuerpo de protección de los ciudadanos, y a las rudimentarias armas de defensa personal que existían en aquel momento. En todo caso, en ese país ha sobrevivido, ciertamente, un espíritu de desconfianza hacia el estado que lleva a muchos ciudadanos a asumir ellos mismos la responsabilidad de proteger a sus familias. Ello se une a un estilo de vida, en comunidades alejadas de los centros urbanos, que hace difícil el cumplimiento por parte de las autoridades de su obligación de mantener segura a la población. Ese es un problema que ha sido debatido durante décadas sin encontrársele fácil solución.
Los políticos están obligados, en última instancia, a respetar las leyes y la voluntad de los ciudadanos. Lo que es discutible es que esa particularidad de la sociedad norteamericana justifique el comercio de armas que se ha producido en los últimos 40 años y, especialmente, en los últimos diez, en los que el FBI ha detectado que el número de armas se ha duplicado. Hay que recordar que la utilización de la Segunda Enmienda para amparar la posesión de armas no ha sido siempre un argumento de la derecha, como es hoy.
Malcolm X animó a sus seguidores a armarse, con base en la Segunda Enmienda, y, en los años sesenta, los Panteras Negras reclamaron el derecho a la autodefensa con la misma excusa constitucional. Fue, sin embargo, la irrupción de la NRA en la política lo que llevó las cosas hasta el punto en el que hoy están: 300 millones de armas en manos privadas y unos 30.000 muertos al año -incluidos unos 14.000 por suicidios- por armas de fuego.
La NRA existe desde mediados del siglo XIX, pero siempre fue una organización de aficionados a la caza y a las armas, en su sentido más recreativo. Su transformación en lobby de la industria del armamento no se produjo hasta 1975, y su participación en política, algo más tarde. Ronald Reagan fue, en 1980, el primer candidato presidencial oficialmente respaldado por la NRA. Desde entonces, su ascenso ha sido vertiginoso. Hoy es la organización que más dinero gasta en campañas políticas y que más influencia tiene en el Congreso, donde muchos de sus miembros le deben el escaño. Su estrategia es sencilla: propagar el miedo para que la gente se anime a comprar armas.
Con Barack Obama en la Casa Blanca, más miedo y más armas. El último año, récord histórico de ventas. Es posible que el origen de todo esto esté en la cultura de las armas de EE UU.
En proporción a la población, el número de asesinatos por armas de fuego es 10 veces mayor en EE UU que en el promedio de los países europeos o en su vecino Canadá. Esa debería haber sido hace tiempo una razón poderosa para reducir la venta casi abierta de este tipo de armamento en el gran país americano. La última matanza, en una escuela de Newton en diciembre, ha hecho sonar las alarmas.
Sin embargo, teniendo en cuenta la Segunda Enmienda a la Constitución, que desde 1791 protege el derecho de los ciudadanos a poseer y llevar armas, la propia cultura civil norteamericana, y los grupos de presión que quieren mantener este comercio sin regular, el presidente Obama lo va a tener muy difícil para lograr cambios significativos.
El vicepresidente, Joe Biden, encargado de coordinar esta cuestión, ha presentado su propuesta a Obama. Tras haberse reunido con dirigentes de la poderosa Asociación Nacional del Rifle, con fabricantes y con vendedores, no se esperan de él medidas revolucionarias. Sí al menos que se vuelva a introducir la legislación que el propio Biden impulsó en 1994, pero que decayó 10 años después, para prohibir las "armas de guerra", como las llama Obama.
Nadie en su sano juicio necesita un fusil de asalto AR-15 semiautomático capaz de disparar decenas de balas por segundo para cazar o autodefensa. Biden pedirá también que se reduzca el número de municiones que cualquiera puede adquirir en las tiendas, que se controle de forma más exhaustiva a personas con perturbaciones mentales que quieran adquirir armamento y que se persiga de forma más eficaz las ventas que ya son ilegales.
Algunas medidas requerirán un acuerdo en el Congreso que hoy por hoy es muy difícil, dado el peso, en los republicanos pero también entre los demócratas, de los grupos de presión a favor de las armas.
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SIRIA SE DESMORONA
Por Eduardo Granados Palma.- Escritor en
Asuntos Internacionales.
Apoderarse de Alepo forma parte “del proyecto
turco de establecer una zona segura dentro de Siria” para “los terroristas
armados por Turquía y Europa”. Los rebeldes armados no son terroristas. Alepo
es para la rebelión siria lo que fue Bengasi para la rebelión libia: la
posibilidad de instaurar una zona homogénea liberada y fronteriza con un país
amigo donde entrenar a sus fuerzas, acoger a los desertores, atender a sus
heridos y recibir ayuda internacional.
El Ejército Sirio Libre (ESL), compuesto
sobre todo por desertores, asegura controlar hoy en día el 40% del territorio
sirio, pero reconoce que se trata principalmente de zonas rurales y que no hay
una continuidad geográfica entre las áreas en su poder. De ahí la importancia
para el ESL de arrebatar Alepo, con sus 2,9 millones de habitantes, al régimen
y, de paso, la cercana Idlib, cuya provincia está ya, en buena medida, en manos
rebeldes. Idlib está a un tiro de piedra (90 kilómetros) de Latakia, la gran
ciudad costera donde se sospecha que el clan de El Asad podría intentar
atrincherarse si perdiese Damasco. No en balde es en esa región donde los
alauíes, la comunidad confesional a la que pertenecen los El Asad, son los más
numerosos.
Si la oposición siria consigue adueñarse de
Alepo su siguiente objetivo será lograr que se instaure de facto una zona de
exclusión aérea sobre la capital económica siria y sus alrededores, como la
impuesta por el Consejo de Seguridad de la ONU en Libia en marzo del año pasado.
No parece que Rusia y China vayan, sin embargo, por ahora a dar su luz verde a
tal propuesta. Si Alepo cae “el régimen está acabado y ambos adversarios lo
saben”, ha repetido en los últimos días Rami Abdel Rahman, que desde Londres
dirige el Observatorio Sirio de Derechos Humanos. Ante la desproporción de las
fuerzas en presencia —la élite del Ejército sirio frente a unos milicianos mal
armados— es, sin embargo, poco probable que Alepo caiga por ahora.
Tras ocho días de combates las fuerzas leales
al régimen recuperaron casi totalmente Damasco, aunque en sus suburbios
persisten focos de resistencia. Probablemente sucederá otro tanto en Alepo. Pero
al cabo de unas semanas o de unos meses los rebeldes volverán a infiltrarse en
esas grandes ciudades. Son más numerosos que sus enemigos y tienen la moral más
alta. Cada vez que la IV División o la Guardia Republicana, las unidades mejor
equipadas y más fieles, aplastan una sublevación armada en algún lugar de Siria
se reactiva otro foco de resistencia. La oposición siria ha acusado a las
fuerzas del régimen de Bachar el Asad de haber perpetrado la mayor matanza
desde el inicio del conflicto, hace 17 meses. Según el relato de los activistas
locales, Daraya, un suburbio de Damasco, se ha convertido en un gran camposanto
al aire libre en el que los vecinos no dan abasto identificando y enterrando a
hombres, mujeres y niños.
Los opositores afirman haber hallado los
cadáveres de más de 300 personas en esta ciudad. De ellas, alrededor de la mitad
habrían sido ejecutadas en la mezquita de Abu Auleiman al Darani. Los
activistas han publicado vídeos para sostener sus denuncias. La hostilidad del
régimen hacia la prensa independiente dificulta la comprobación de las mismas,
pero un trabajador de The New York Times que pudo acceder al suburbio confirmó
la presencia de fosas comunes repletas de cadáveres. La presunta masacre se
enmarca en el intenso contraataque lanzado por el Ejército de El Asad en las
últimas semanas, que busca limpiar la capital y sus alrededores de lo que el
régimen califica de “terroristas”. Un comunicado de la agencia de noticias
estatal SANA ha afirmado que las “heroicas fuerzas armadas han limpiado Daraya
de restos de grupos terroristas que han cometido crímenes contra los hijos del
pueblo”.
El propio El Asad ha declarado que su
Gobierno derrotará “a cualquier precio” el “compló” extranjero dirigido contra
su país. Daraya es un suburbio de clase trabajadora de mayoría suní próxima a
Damasco y con una población de 200.000 habitantes. El Geish al Hor (Ejército
Libre Sirio, ELS) contaba ahí con un importante mando de operaciones que
coordinaba las incursiones militares para la toma de Damasco. Tras varios días
de asedio y bombardeos, el ELS tuvo que retirarse por falta de munición y de
armas, abandonando la plaza. El Ejército sirio entró entonces con decenas de
tanques y helicópteros.
El relato de lo que ocurrió después empezó a
aflorar a través de las denuncias y los vídeos de la oposición. En uno de ellos
se ven enormes tumbas comunes donde entierran a los shaheed (mártires) en filas
de tres, sin tiempo para los rezos musulmanes tradicionales. Incluso hay bebés.
Otro muestra cuerpos ensangrentados y ejecutados en el interior de sus casas,
hasta seis en una misma vivienda, mientras se oye la voz del cámara rezando,
entre sollozos. Las víctimas murieron bajo las bombas, por disparos de
francotiradores o ejecutados a corta distancia con balas en la cabeza y en el
cuello, según los activistas. En total, los opositores afirman que en la última
semana murieron en Daraya unas 630 personas, la mitad de ellas ejecutadas.
Desde hace un año no dan abasto en machacar
enemigos. Algún día se agotarán.
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EL ESPEJISMO EGIPCIO
Por Eduardo Granados Palma.- Escritor en
Asuntos Internacionales.
En una semana, el presidente egipcio Mohamed
Morsi, ha acabado de un plumazo con el amplio y enquistado poder de los
generales egipcios y ha lanzado en el Sinaí la mayor operación militar en
décadas.
El líder islamista ha querido dejar claro
quién manda en Egipto y ha consolidado su imagen presidencial de forma tan
meteórica como inesperada. Era difícil imaginar que fuera a ser tan fácil
desembarazarse de la eterna tutela militar egipcia, pero Morsi aparentemente lo
ha logrado. Con suave firmeza, ha marcado un hito crucial en la tortuosa
transición egipcia.
La súbita asertividad del presidente no
seduce, sin embargo, a todos. La nueva concentración de poder en las manos
islamistas corre el riesgo, dicen los expertos, de polarizar aún más a la
fracturada sociedad egipcia. A la espera de nuevas elecciones parlamentarias y
con la Constitución pendiente de redacción, Morsi ostenta ahora un poder casi
omnímodo, que ha despertado los recelos de buena parte de los egipcios. Seguidores
y, en general, ciudadanos deseosos de que los militares, el llamado “Estado
profundo”, transfiera el poder a las autoridades civiles, corrieron la noche
del domingo a celebrar las decisiones de Morsi. Horas antes, el portavoz
presidencial, Yaser Ali, había anunciado las nuevas medidas: el ministro de
Defensa, el mariscal Husein Tantaui, símbolo del Ejército y del régimen de
Mubarak a la vez —fue su ministro durante 20 años— quedaba fuera de juego.
Acto seguido, anunció Ali, quedaba anulado el
decreto constitucional, por el que el Ejército usurpó extraordinarios poderes
al Parlamento y al presidente naciente. Con estas medidas, Morsi, el candidato
de los Hermanos Musulmanes, se ha envuelto en el manto revolucionario, que los
jóvenes y no tan jóvenes que destronaron a Mubarak en la plaza Tahrir le
negaban.
A las pocas horas del anuncio presidencial,
Morsi se dirigió a la nación a última hora del domingo desde la emblemática
mezquita de Al Azhar. Mohamed El Baradei, destacado opositor, ex director de la
Agencia de la Energía Atómica, con conocidas credenciales revolucionarias y
laicistas, dio la bienvenida a las decisiones de Morsi. Pero también advirtió
del peligro de que el presidente ostente el poder legislativo y el ejecutivo a
la vez.
Opinó El Baradei que hay que formar una
asamblea constituyente en la que estén representados todos los sectores de la
sociedad y que asuma el poder de legislar hasta la celebración de nuevas
elecciones parlamentarias, según el diario Al Ahram. Destacados juristas
cuestionaron además la legalidad de las medidas, mientras que algunos analistas
interpretaron que el problema ahora es que el poder ha pasado de las manos de
unos, el Ejército, a las de otro, Morsi.
Con el Parlamento disuelto, el presidente se
reserva ahora el poder de promulgar leyes, además de controlar el presupuesto y
de formar la Asamblea constituyente que debe redactar la Constitución de la era
post Mubarak. “Se trata de una toma de poder a los militares más que el fin del
poder de los militares. Esta es una nueva fase de gobierno autoritario”, sostuvo
Robert Springborg, profesor de la escuela naval del Departamento de Estado
estadounidense y experto en el Ejército egipcio, en declaraciones al diario Al
Masry al Youm.
Numerosos observadores coinciden en señalar
que el caos que ha precedido y sucedido a la revolución que destronó al
dictador Hosni Mubarak hace 18 meses supuso un punto de inflexión en el Sinaí.
Los habitantes prendieron fuego a las comisarías y expulsaron a las fuerzas de
seguridad. Durante los meses de la pre y post revolución, el Ejército concentró
sus esfuerzos en estabilizar el Cairo, el canal de Suez y otros puntos
estratégicos del país, dejando de lado el remoto desierto donde los líderes
tribales imponen su ley. Las pocas fuerzas destinadas al Sinaí se concentraron
sobre todo en las zonas turísticas del sur y el este, dejando desprotegido el
norte y el centro del Sinaí.
Algunas redes de contrabando tradicionales se
han reciclado y convertido en células terroristas, aprovechando la
infraestructura y la implantación sobre el terreno que ya tenían. Lo que suceda
en el Sinaí tiene implicaciones directas en las relaciones entre Israel y el
movimiento islamista Hamás y en general en el conflicto israelí-palestino. El
extremo sur de la franja de Gaza se encuentra pegado a este paso fronterizo
israelí y linda también con el Sinaí egipcio a través de Rafah, el único punto
de acceso a Gaza que no controlan los israelíes.
Si se demuestra que grupos armados palestinos
participaron en el ataque, la ecuación se complicaría aún más. Sera quien fuere,
de lo que no cabe duda es de que el grupo armado que ejecutó el atentado salió
del Sinaí y demostró un grado de coordinación y sofisticación en la ejecución
del atentado inédito. El nuevo presidente egipcio, Mohamed Morsi, y el primero
elegido en unas elecciones libres, ha prometido poner orden en la Península.
Este es su primer gran desafío político y diplomático en un país muy polarizado
y con una opinión pública mayoritariamente antiisraelí.
Morsi ha descabezado la cúpula del espionaje
y ha destituido al gobernador de la zona. Ha ordenado también el mayor
despliegue militar desde 1979, año en que Israel y Egipto firmaron el Tratado
de paz que impone la desmilitarización del Sinaí.
De momento, a los israelíes no se les
escucha. No parece importarles que se fuercen las costuras de un tratado
obligado a adaptarse a una nueva realidad. Para los israelíes, la prioridad es
que alguien ponga orden en el Sinaí. Helicópteros de combate, blindados y
cientos de soldados egipcios han aparecido en los últimos días en los pueblos
del Sinaí.
Algunos de los que han presenciado el
movimiento militar piensan sin embargo que hay mucho más ruido que nueces. Que
los combates no han sido tales y que los soldados disparan al aire para hacer
ver que hacen. Que el despliegue militar ha sido hasta ahora más bien una
demostración de fuerza que una ofensiva.
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